Crónicas ExAs: un atraco en toda regla (1ª División - Ronda 4)
Todo empezó en donde suelen comenzar las grandes aventuras: en el Zas de Rey. Nadie presagiaba todo lo que iba a suceder, ni siquiera Manolo, que ya estaba algo nervioso después de que Dani diese muestra de las consecuencias que traen consigo los viernes-noche en cuanto a la puntualidad de los śabados-mañana. Una vez tuvimos conductor, nos dirigimos raudos y veloces (es un decir, claro, porque nuestro conductor cumple las normas de circulación, eh?- lo digo por si acaso algún “picoleto” está al acecho) a nuestro destino: A Pobra do Caramiñal.
Como todo el mundo sabe, un jugador Exa no puede jugar al ajedrez sin antes llenar su bandullo. Pues eso hicimos... Lo que distingue a un Exa de cualquier otro tipo de jugador es que cuando come es que come de verdad. Tiramos de nuestra guía secreta de tabernas y restaurantes e intentamos dar rienda suelta a ese pecado tan sano, la gula. No fue difícil, puesto que pulpo, navajas, empanada de zamburiñas, abadejos y rodaballos hicieron su trabajo de una manera excelente. Algunos comimos más que otros (y no me estoy refiriendo a nadie alto del club, noooooo). La verdad es que el tabernero... buenoooo, y la hija del tabernero también, se portaron muy bien con nosotros así que con cuatro sonrisas de oreja a oreja salimos y pusimos rumbo a nuestro siguiente destino: la cervercería más cercana. Aunque es por todos conocido tengo que decir que para un Exa que se precie una buena cañita es como para la gasolina para un F1, o sea, imprescindible (hay que decir también que algunos no necesitamos una jarra helada, pero esa ya es otra historia en la que no me voy a meter ahora...). Ya estábamos listos para comenzar la partida (o eso creía yo).
Aparecimos en el Liceo con ganas de jugar unas buenas partidas (esa era nuestra intención) y cada uno hizo lo que pudo, claro. Nuestro Magic se enfrentaba a un jugador muy sólido, Jesús, pero que no iba a tener su día... Por su parte Manolo iba a dar una lección con blancas de cómo se juega una Maroczy (no nos metamos con él por una vez y felicitémosle por algo; hombre, nos os riáis!!). Estas dos partidas no tuvieron mucha historia y pronto se decantaron por nuestro lado.
En el tercer tablero, Dani perdió un peón pronto y tuvo que remar toda la partida pero al final consiguió unas muy peleadas tablas. A pesar de no tener su mejor tarde, Dani demostró que tenemos todo un puntal en nuestro tercer tablero.
Lo del cuarto tablero ya fue una historia para no dormir. Aquí el que escribe debió de jugar la peor apertura (sin perder material) de toda la historia. Fue un aborto de francesa del cambio y cerrada todo mezclado y sin ningún sentido (bravo por mí!!!). Tan mal estaba que el pobre de Alfredo (Manolo ya no quería ni mirar y se fue a junto su segundo esposa -practica la bigamia con una tal Estrella) pensó que yo tenía calidad de más y que mi rival había sacrificado pieza para llegar a tal posición... pues NO. Y cuando peor pintaban las cosas (yo no perdía la FE) no sé si se apareció Dios o la Virgen (bueno, debió de ser la Virgen porque estaba jugando yo con Dios..., que así se apellida mi rival) que hizo que el reloj de golpe se parase. En ese momento yo me concentré y Alfredo y Jesús intentaron ponernos de acuerdo a mi rival y a mí para saber el tiempo que llevábamos consumido ambos. A nuestro Magic este periodo de tiempo le pareció eterno y para mí resultó un bálsamo impagable, puesto que poco rato después, mi rival, impulsado por su inmejorable posición cometió un grave error y pasó por alto un jaque a la descubierta con el que PERDÍA SU DAMA (un atraco en toda regla, vamos). A partir de entonces todo resultó sencillo y otro punto se metió en la buchaca Exa.
El día había sido largo, pero todos queríamos acompañar a Manolo, así que allí nos fuimos a tomar unas buenas Estrellas. He de decir que los jugadores locales también se animaron, lo cual es también de agradecer. Finalmente, después de un rato estos últimos marcharon quedando nosotros solos en el bar en “terreno enemigo”. Cuando decidimos irnos, y ya en el coche, tuve que soportar a nuestro amigo cincuentón “alabando” mi gran día, pero bueno, son cosas que tenemos que aguantar de este gran chaval con poco pelo.
¡QUÉ BIEN NOS SIENTA VIAJAR!