9ª ronda Liga 2007 D. Honor: ExA - C.D.U. SANTIAGO (1-5)
La visita del Club Deportivo Universitario de Santiago nos dejó por una parte la virtual confirmación del descenso a Primera División, esperado y asumido, y por otra la agradable sensación de haber cumplido dignamente con lo que dimos en llamar las 'etapas alpinas' de la competición; es decir, los matches consecutivos contra los tres primeros clasificados de la Liga. A pesar de afrontar todos ellos con bajas (hasta 4 en algún caso), el resultado más amplio de los tres fue el 1-5 que los santiagueses se llevaron como botín. Y seguramente no pequemos de optimistas si repetimos la conocida letanía: "Pudimos sacar más..."
Confieso a los sufridos lectores de las crónicas, que parece ser que hasta hay alguno, que la visión de las partidas que puedo aportar esta semana es muy incompleta, ya que al terminar la mía, que fue la última de largo, tan sólo había visto finalizar a Tomás, y eso porque lo tenía al lado. La culpa la tiene la partida absolutamente épica disputada contra el MI Diego Suárez, sin duda la más dura que me ha tocado vivir en los últimos años. Una lucha terrible, llena de emoción y de alternativas, que se prolongó durante 80 extenuantes movimientos con lo que ello supone para los nervios y la vejiga de los jugadores en este ritmo infernal...
Muchas cosas sucedieron en el tablero antes de llegar a las mencionadas 80 jugadas: tras una apertura correcta, Diego se sumergió en una profunda meditación buscando, o recordando, los planes correctos para enfrentar mi planteo. El santiagués jugó con gran actividad, fruto de lo cual la partida entró rápidamente en una fase táctica donde los alfiles se erigieron en protagonistas, enfilados todos ellos directamente hacia el enroque enemigo. Intentando no perder comba, sacrifiqué primero un peón para recuperarlo luego mediante un incierto sacrificio temporal de pieza que Diego no aceptó, y entramos en una nueva fase de la partida donde, tras el cambio de un par de alfiles, el caballo restante del jugador de C.D.U. se convirtió en la estrella absoluta, evitando mis intentos de controlar la posición y amenazando seriamente mi rey con el apoyo de una artillería hiperactiva.
Ya en el inicio del larguíiiiiiiisimo apuro que vendría, mi posición parecía muy sospechosa, y más cuando Diego consiguió incorporar una torre más al ataque. Seriamente amenazado mi rey, opté por entregar un peón a cambio de entrar en un final de dama y torre que ofrecía algunas chances de tablas. Sin embargo, la posición debilitada de mi monarca seguía siendo un tema importante (problema, más bien) y sobre él gravitaron las siguientes peripecias, donde ambos teníamos ya escasísimos minutos: Diego intentaba a toda costa abrir columnas para su torre restante mientras mis piezas se multiplicaban para tapar todas las entradas posibles. Así, en un momento de este intercambio de golpes logré forzar el cambio de damas y entrar en un final de torre que parecía acercar el medio punto.
Nada más lejos de la realidad: aprovechando algunas jugadas indecisas por mi parte, mi contrario consiguió de nuevo forzar la ganancia de un peón y buenas perspectivas de victoria. Sin embargo, el terrible apuro mutuo y los nervios permitieron lo inesperado: conseguí maniobrar para colocar mi torre detrás de mi peón pasado y obligar a Diego a pensar también en la defensa, hasta el punto de que llegué a hacerme ilusiones de ganar la partida. No iba a ser así, ya que el de Santiago demostró con facilidad el modo de forzar el empate, y de esta manera terminó la brutal pelea que mantuvimos. Y luego preguntan que si el ajedrez es un deporte...
Me he extendido sobre mi partida porque no puedo hablar apenas sobre las demás: en el segundo tablero, Tomás y Fernando Sánchez jugaron lo que a mí me pareció una partida de locos, con enroques en flancos opuestos donde el ataque de Fernando parecía llegar medio millón de tiempos antes. Ignoro si esto era así o si Tomás, tan aficionado a las defensas aparentemente desesperadas, lo tenía todo calculado; lo que sí era claro es que estaba en su elemento y lo demostró, parando primero las amenazas que parecían decisivas, y montando un tremendo contraataque a continuación, lo que obligó a Fernando a provocar las tablas por jaque continuo.
Estas dos tablas fueron toda nuestra cosecha de puntos del encuentro, porque en los siguientes tableros todo pareció salir mal: Manolo enfrentaba con blancas a Roberto Patiño, en una partida a priori igualada pero en la que nuestro jugador no se encontró cómodo en ningún momento y el del C.D.U. tomó la iniciativa al poco de salir de la apertura, conduciéndola con firmeza hasta lograr una fuerte presión que Manolo no fue capaz de neutralizar a pesar de todos sus intentos. Un poco más allá, Serge recibía a un siempre peligroso Dan Cruz que consiguió una posición más libre con facilidad, ganando un peón a continuación para imponerse con aparente sencillez tras una serie de cambios.
En los dos últimos tableros, Dani Pousada y Edu se enfrentaron respectivamente a Tomás Corona y Adrián Lestao. Una partida de locos la del 'Niño', que vista desde fuera pareció quedar rápidamente perdido para luego liarse la manta a la cabeza y en las complicaciones obtener una posición que semejaba muy prometedora, pero que al final cedió ante un experimentado Corona; y Edu, por primera vez más o menos desde la extinción de los dinosaurios, consiguió quedar mejor de tiempo que su contrario, con una posición a priori igualada, pero que finalmente no pudo aprovechar para rascar algún medio puntito.
Finalizaba así el match con la goleada en contra y la sensación ambivalente antes citada. A pesar de todo, el último cartucho iba a dispararse siete días más tarde en tierras moañesas...