Marcote, 5 - Ex-Alcohólicos, 1: LA OTRA CRÓNICA
Marcote - Ex-Alcohólicos:
EL ASALTO AL BALNEARIO
En el marco de la sangrienta guerra en la que estamos inmersos desde inicios del presente año, nuestro equipo de División de Honor tenía que afrontar en un sólo fin de semana dos batallas decisivas para el desenlace de la contienda, a saber, el Asalto al Balneario y la Toma de Lucus Augusti. Sabedores de la elevada capacidad de fuego y el carácter aguerrido de las huestes con las que íbamos a entrar en combate decidimos enviar para la primera de ellas un equipo formado, a partes iguales, por experimentados gladiadores forjados en mil batallas (Tomás, Fran y Txitxi) y por cadetes recién salidos de la Academia (Alfonso y Javi), uno de los cuales (la amazona Graciela) recibiría su bautismo de fuego en la categoría; esto es, un equipo en el que se aunaban la serenidad de la experiencia y la impetuosidad de la juventud. Quedaba así reservado para la Batalla de Lucus Augusti unas tropas más pesadas (sin que se pueda leer ningún tipo de doble sentido en mis palabras... ¡aunque más pesadas si que son!) más propias para el ataque a sólidas y elevadas murallas.
La expedición al Balneario estuvo formada por dos columnas, la primera comandada por el Centurión Txitxi y que desde el Este, desde el campamento base en Auriensis, pretendía hacer la primera toma de contacto con el enemigo para evaluar sus fuerzas y asentar el campamento base en la cafetería del hotel CEMAR. La segunda, comandada por el Pretor Tomás e iluminada por el espíritu de Hércules, que sumaría sus fuerzas desde el Norte en un cuidadoso plan de ataque combinado que esperábamos causase el terror y la huída en desbandada de los poderosos defensores de Mondariz. Pero la improvisación es también una parte importante del planteamiento de cualquier lucha y así, la imaginativa mente de nuestro Pretor decidió desoir las indicaciones que el cadete Alfonso le hacía sobre la oportunidad de seguir el plan trazado (es decir, de tomar la desviación correcta en la autopista), y decidiendo ignorar las señalizaciones que los llevarían a campo de batalla por el Norte, en una imaginativa, imprevista y arriesgada decisión, optó por atacar desde el Sur, desde la ciudad de Vigo (hay rumores de que incluso se planteo la posibilidad de “acercarse” a realizar labores de leva al mismísimo Portugal) sabedores de que el enemigo nunca esperaría la llegada por ese lugar de un ejército proveniente del Norte.
Ante la tardanza en la llegada del resto de nuestras huestes, aunque ya informados del “cambio de estrategia” me aproxime, en una maniobra de distracción, a conversar con el Tribuno Rivera para indicarle que los allí presentes estaríamos dispuestos a entrar en combate en el momento que ellos dispusiesen, oferta que tan insigne Tribuno declinó dando muestras de de una honorabilidad y respeto de la buena lid al que tan poco acostumbrados estamos últimamente.
Al poco divisamos ya en lontananza que el resto de nuestro ejército se acercaba, combativo, pertrechado y deseando entrechocar sus espadas con el enemigo. Nuestras miradas se cruzaron y, con un gesto de determinación, nos dirigimos hacia el campo de batalla: la columna del Norte (bueno, ejem... ¡o del Sur!, según como se mire) repartió sus efectivos en el primero (Tomás), segundo (Fran) y cuarto tablero (Alfonso) y estrecharon cortésmente las manos de sus reputados rivales (David Lariño, Iván Salgado y Roi Reinaldo), mientras que la columna del Este (sí, ésta si que era del Este) se ubicaron en el tercero (Txitxi), quinto (Javi) y sexto (Graciela) ofreciendo sus respetos y los deseos de buen combate a Alejandro Hoffman, Daniel Rivera y Manuel Pena respectivamente.
Nuestro Pretor Tomás, majestuoso, con coraza y rodela reluciente, entró en combate ubicando sus armas en una conocida posición de las que tanto a él le gustan de “pasito a pasito se anda el camino” y dispuesto a frenar el ímpetu de la juventud que desbordaba su rival. Pero parece que no era su día y el blanco le fue aplicando un rodillo y llevándolo a su terreno, hasta que en pocas jugadas hizo hincar la rodilla a nuestro líder. Una verdadera lástima, ya que era una de las plazas en la que confiábamos poder doblegar a nuestro laureado contrincante.
Fran, como Prefecto de la columna Norte (Norte-Sur, Sur-Norte...), se enfrascó en una posición complicada de lucha en campo abierto en la que Iván sacrificó pieza por tres peones con la pretensión de especular con la posición del Rey en el centro de nuestro camarada. Pero todo quedó ahí, y ante las dificultades de obtener algo positivo de dicha circunstancia “ambos los dos” optaron por repetir jugadas firmándose unas tablas que ya nos aseguraban la obtención de un buen botín de guerra. Primer combate finalizado de la batalla y que nos dio a todos una gran dosis de tranquilidad. ¡Bien por Fran!.
Mi lid como cuerpo de caballería de la columna Este se puede catalogar como Almodovariana ya que responde de plano a su filmografía, a saber, a “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” y a “Átame”. Lo que hice como protagonista de la primera lo tengo claro (9..., h6?;) y el Pretor Hoffman se mostró como un verdadero artista en la segunda... ¡y vaya cómo me ató!. La partida, con una apertura de “sin libro a partir de la jugada 6”, después del ya mencionado h6, es un continuo intento de buscar aire para mis piezas a cada nudo que ponía Alejandro en la posición (ya que cualquier posibilidad de reacción era una utopía), aspirando a que tanta pasividad no se convirtiese en “rigidez cadavérica”... pero que en la jugada 44, no se si por gracia o por desgracia, se convirtió (¡que desagradable es en ocasiones el ajedrez!) y que me obligo, con “carne trémula”, a ofrecerle la yugular a mi “matador” en forma de firma debajo del cero.
El desigual combate entre el cadete Alfonso y Roi fue mucho más desigual en el ELO que en el juego. El cadete Alfonso jugó una buena y muy correcta partida en la que salió de la apertura con “ligera”, que se continuó con una “ligera” en el medio juego y que se finalizó firmando las tablas (que ya nos daban un punto entero) con la misma “ligera ventaja” del principio. Lo más meritorio que se puede señalar de nuestro cadete en esta pelea es que pareció hacer fácil lo difícil, casi sin despeinarse y, eso sí... ¡antes muerto que sencillo!.
El cadete Javier no tembló al jugar una línea de apertura en la que el Tribuno Rivera es un experto. Con paso firme y ánimo férreo llegó a una posición en la que la ventaja de espacio del blanco no se veía como podría materializarse en una ventaja decisiva. Tras una sucesiva serie de cambios se llegó a un final de Torre y Alfil para Rivera contra Torre y Caballo de Javi, pero este último en una posición en la que estaba condenado a una defensa pasiva pero que, y como llegaron al acuerdo ambos contendientes en el post-mortem, parecía que era suficiente para asegurar el reparto del punto. La lástima es que nuestro cadete omitió una estocada que el Alfil de Daniel podía propinarle tras decidir jugar la más activa, estocada que se produjo y el cero cayó en nuestro casillero. Una partida bien jugada que no recibió el premio merecido.
Nuestra Amazona, valiente como sólo ella es capaz, planteó para el asalto a la plaza que le tocó en liza una táctica basada en el contrataque que le dio una posición, tras salir de la apertura, ligeramente restringida pero sana. Tras una serie de maniobras, los trebejos negros cobraron el trofeo del peón de c de Graciela, pero a costa de que las piezas de nuestra combatiente cobrasen más vida. Tras diversos avatares y maniobras, la posición desembocó en un final en el que Graciela decidió el envió de un peón suicida, para ser más exactos el peón de a, contra la falange de peones negros que habían iniciado su avance en el flanco de dama. La decisión del envío del suicida pareció de todo punto correcta a no ser que el suicida debió de haber sido el peón de b y no el de a. Con bajas en sus filas y las defensas desbordadas nuestra peleona cadete no pudo hacer otra cosa que abandonar en el campo de batalla el punto que estaba en juego. Partida luchada duramente por nuestra coyuntural sexto tablero... ¡que no se arruga ni puesta a remojo!. ¡Bien hecho!.
Y así, con un el logro de un botín suficiente en vista del la potencia de nuestro rival, pero quizás con el regustillo amargo de que éste podía haber sido mayor, nuestras dos columnas volvieron a sus cuarteles, la Norte (esta vez sí, por el camino más directo) con el botín obtenido y la Este de vacío, con el sabor a nuestra sangre recién vertida, doloridos (eso sí, algunos más que otros), heridos pero no muertos y clamando venganza para batallas venideras... ¿Por qué no para la Batalla de Lucus Augusti?.
Txitxi